La Mort de Marat. Jacques-Louis David. Óleo sobre lienzo. 1793.

La Mort de Marat. Jacques-Louis David. Óleo sobre lienzo. 1793. BE.

Casi por regla general el ser humano niega —o trata de negar, al menos— las cosas que de forma (in)directa le atañen. Es la naturaleza de esta mal llamada cosa las que determina constantemente la reacción primigenia del individuo, cosa (de nuevo) —hasta aquí— bastante clara.

Sobre el negar y el asentir (el afirmar) existieron, existen y existirán infinitud de opiniones; a continuación —ni más faltaba— la mía.

Asentir es el acto común, el principal, al que más acudiremos y el que más sencillo resulta dejar salir. Facto: decir es convenientemente, grosso modo, más fácil que decir no. Del mismo modo muchas otras dicotomías parecen querer sentar precedente con esto que llamaremos opción dominante: más fácil entrar que salir, más fácil pensar que crear, más fácil decir que sentir, son sólo unos ejemplos de infinitud que podrían venir a defender la maltrecha tesis que por lo pronto no es la principal.

Caso opuesto obtendremos, por tanto, con la simple Negación. Su palabra emblema —del proceso— «no»; corta, sencilla, económica y audaz pero mal esgrimida más cortante que el más fino diamante (excúseme vd. la figura). La negación, además, coincide con la esquina opuesta del enunciado anterior: más difícil salir que entrar, más difícil crear que pensar, etcétera.

Podríamos quizá pensar que el ser humano, como conglomerado, canaliza mayores fuerzas de desestimación al segundo que al primer término: asentir es natural, tranquilizante; negar, lo opuesto. Claro, visto desde el lado del que espera afirmación y teme negación, pues en el ángulo diametralmente opuesto la conceptualización cambia considerablemente.

He notado en mis pocos años, sin embargo, que existe una casi constante y general contradicción a lo planteado: la Negación —estratégica— del Ser, con respecto a intereses particulares, toca, que el lastre moral no nos deja llegar más allá. Y es que constantemente podemos notar que nos resulta más sencillo negar realidades o prácticas personales que afirmar, ya por convencimiento o expectativa, cualidades o características positivas.

Pensemos nada más en situaciones tensas, difíciles, que nos exigen más que un vago entendimiento un violento razonamiento; pensemos que se nos señala descaradamente y malhiere con diatribas… el primer paso —convencional, claro— más que exaltar virtudes y oponer realidades es negar categóricamente uno tras otro término infame contra nosotros proferido: antes de salvaguardar nuestra condición personal con escudos infalibles de verdades —existan o no— tenemos, estamos en la obligación —pensamos— de negar agravios. Quizá porque aún seguimos aquella onda de pensamiento que afirma el que calla, otorga.

La Negación del Ser es, para mi al menos, eso: negar mentiras, falacias, antes que confirmar verdades completas; es el primer paso lógico antes de siquiera intentar defendernos. Después de todo un ser ilegitimado injustamente no duda de su valor, duda de la contradicción que pudiese generar defenderse sabiéndose, a priori, condenado.

RQR