Tal como el gore, que disfruta de destrozar anatomías de forma ficticia frente a la cámara, nosotros seres humanos racionales desde tiempos inmemorables disfrutamos de las caracterizaciones y venturas propias del contra. El contra, ya una vez superado el contraculturalismo, se enfoca ahora en un nuevo movimiento igualmente contra tendencioso pero poco más básico: el no por no, el no certero y apabullante.

De repente tendemos, ilusos nosotros, a pensar que los nuevos tiempo ofrecen más o menos mejores cosas que los antiguos. Ni uno ni lo otro, ciertísimo, otrora la gente no tenía Internet y aún así vivía, eran tiempos difíciles. Como todo tiempo pasado ensalzado por el presente. Soy de los que siente que las cosas se deben vivir una vez en la vida, varios momentos en su haber, pero no reiteradamente tirando atrás en nuestro pensamiento. Las cosas se van viviendo una a la vez por algo, hasta que queremos más.

La Novísima Teoría del Contra, acá puesta en manifiesto por primera vez, nos recuerda que incluso en tiempos modernos siempre tenemos algo que romper. Romper es ahora el acto universal, todos buscan algo que los demás no tienen, para extrapolarlo a sus vidas. El fenómeno hipster vino a poner de moda, una vez más, que los movimientos de negación aún tenían algo por avanzar. Ya nadie quiere ser básico aunque todos lo sean, la música como fenómeno cultural ha venido a destrozar esquemas de buenas prácticas. Antes los bandos eran más bien pocos, ahora las opciones son tantas que cada cuál busca lo que necesita y gusta y, si no lo encuentra, lo crea. Una situación, a todas luces, más que romántica.

Nacimos para negar, asentir, romper, crear, esperar, actuar, callar, hablar, hacer, deshacer, sentir, dejar de hacerlo… y tarde o temprano para justamente aceptar que queremos ir en contra a lo convenido, para llegar alto, alto y contra.