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La Novísima Teoría del Contra.

Tal como el gore, que disfruta de destrozar anatomías de forma ficticia frente a la cámara, nosotros seres humanos racionales desde tiempos inmemorables disfrutamos de las caracterizaciones y venturas propias del contra. El contra, ya una vez superado el contraculturalismo, se enfoca ahora en un nuevo movimiento igualmente contra tendencioso pero poco más básico: el no por no, el no certero y apabullante.

De repente tendemos, ilusos nosotros, a pensar que los nuevos tiempo ofrecen más o menos mejores cosas que los antiguos. Ni uno ni lo otro, ciertísimo, otrora la gente no tenía Internet y aún así vivía, eran tiempos difíciles. Como todo tiempo pasado ensalzado por el presente. Soy de los que siente que las cosas se deben vivir una vez en la vida, varios momentos en su haber, pero no reiteradamente tirando atrás en nuestro pensamiento. Las cosas se van viviendo una a la vez por algo, hasta que queremos más.

La Novísima Teoría del Contra, acá puesta en manifiesto por primera vez, nos recuerda que incluso en tiempos modernos siempre tenemos algo que romper. Romper es ahora el acto universal, todos buscan algo que los demás no tienen, para extrapolarlo a sus vidas. El fenómeno hipster vino a poner de moda, una vez más, que los movimientos de negación aún tenían algo por avanzar. Ya nadie quiere ser básico aunque todos lo sean, la música como fenómeno cultural ha venido a destrozar esquemas de buenas prácticas. Antes los bandos eran más bien pocos, ahora las opciones son tantas que cada cuál busca lo que necesita y gusta y, si no lo encuentra, lo crea. Una situación, a todas luces, más que romántica.

Nacimos para negar, asentir, romper, crear, esperar, actuar, callar, hablar, hacer, deshacer, sentir, dejar de hacerlo… y tarde o temprano para justamente aceptar que queremos ir en contra a lo convenido, para llegar alto, alto y contra.


Fuego

Dudo de cualquiera que no se deje impresionar por el fuego.


No es el lugar

El costo siempre tiene a ser alto cuando la contrapartida obtenida es alta si alta como puede resultar ser la utilidad práctica por nosotros vislumbrada ante los ojos de los demás no es claro que importe sobre manera lo dicho por los demás pero debemos o más bien tenemos que actuar acorde a lo que demostramos ser a lo largo del tiempo ya no estamos para tonterías insisto y el tiempo que no se deja de ir cada segundo restando segundos a lo que somos nos dejaría con facilidad en nuestro pequeño micromundo virtual generado por espectro visual reducido espectro que no es solo lo que definimos sino también lo que tenemos que temer es lo más natural y humano que hemos logrado a lo largo del tiempo siempre perdido de una u otra forma pero posteriormente ganado por nuestra insistente naturaleza de pensarnos conocedores de lo acontecido y de lo que acontecerá que sépase no es que precisamente nos guste lo ignoto porque esto nos priva de saber y conocer lo que deseamos de nosotros y de los que nos rodean porque rodear es lo que hace la gente ahora rodear y rodearse de cosas que les permitan delimitar su mundo como el jardín de Kosinski pero a una escala menor y vulgar puesto que este al menos resultaba ser algo más noble en sus fines y medios y no en ninguno como ningún momento resulta malo para pensar en lo añorado y la forma de obtenerlo que resulta ser nuestro fin para después de todo salir avante con un poco y decepcionado con otro tanto como si en el fondo la verdad fuera justa e importante para lo que llegaríamos a llamar vida pero hasta después que ahora mismo solo podemos llegar a pensar que quizá estemos en el momento y lugar correcto pero en el plano incorrecto. Quizá este no sea el lugar.


Diatriba.

«No hay nada más natural que el considerar todo como a partir de uno mismo, elegido como el centro del mundo, uno se encuentra por lo tanto, capaz de condenar el mundo sin siquiera querer oír su cháchara engañosa.»
Debord, La sociedad del espectáculo (1967)

 

Siempre hemos sido de buscar la parte más angosta de la vara para quebrarla. Quebrar es la palabra del año para mi, no romper, quebrar. Nos gusta sabernos, para bien o para mal, sabedores de cosas. Entre más cosas mejor, buenas o no, qué importa, en el fondo lo importante es tener la prueba del conocimiento adquirido. Decorando el muro.

La claridad la perdí leyendo al pródigo de Dánzig. Pero es ya historia, ahora quedó la piel seca levantada. Soy mi más férreo, inflexible, duro, agudo, crudo, cruel y claro crítico. Me enfrasco en situaciones para luego valorarlas, resolverlas o disolverlas. Lo mismo que todos, no aspiro a diferenciación descarada. Pero en este vaivén de sentimientos, favorables y no, tarde o temprano la diatriba llega. No gusto, por defecto, de dar cosas por sentadas. Ni por paradas. Un chistaco malo.

In dubio pro reo. In dubio pro operario. In dubio pro RQR. No soy insensible, conozco formas y modalidades, límites y limitaciones. Nunca olvidar qué somos, a quién nos debemos, por qué somos lo que decimos ser y por qué somos lo que efectivamente demostramos ser. Siempre recordar el pasado, aprender del pasado, visualizar el futuro, enfocar el hiper futuro. Enfoque es como óptica, solo que a esta última vamos por las gafas de reemplazo. Otro chistaco. Hoy ando hilarante. El enfoque es el espejo, me gusta pensar -aunque no lo diga- que vivimos la vida en tercera persona. Decidimos por nosotros desde la tangente, desde la muralla absoluta que representa la noción de nuestro yo. Nuestras decisiones las tomamos nosotros, pero conceptualizando lo que efectivamente deberíamos estar haciendo.

Por estos días, otra de mis palabras favoritas, ha sido emocional. El barullo público se mueve al son de sus emociones, no se sus razones. Esta es vieja, pero olvidada. Las emociones tienen algo único que no otros sentimientos que vengan a ilación ahora: son nobles, diáfanas, pero traicioneras. Nos mueven a ambos lados del péndulo, pero oscilan. No pueden ser claras o transparentes absolutas, no es su papel. Aclaramos esto con el enfoque, el espejo, viéndonos desde la barrera. Por eso insisto en ser duro, auto crítico. La compasión como manifestación de incordura está de moda. Y las modas son objeto de crítica y deseo. Porque perdemos, claro, el enfoque.

Es como cuando, viendo el retazo asimétrico, el corte transversal de costura, surge la idea. Respeto la asimetría más que la simetría solo cuando la primera rebasa en esencia el sentir de la segunda, lo asimétrico llevado a lo bello mueve los hilos adecuados. Lo usual. Pero retomemos, la emoción, vil o noble sentimiento de desgano o gano. Es intermitente, la naturaleza lo es, y la emoción no escapa, es como una cláusula que indica todo lo que debería contener un concepto, pero varía dicho contenido en función de otra cláusula, más compleja y maravillosa. La emoción es traicionera, casi tanto como la culpa, la culpa del tratado hecho realidad. Los segundos son lentos cuando el objetivo es que sean lentos. La emoción, sin embargo, nos hace humanos.

Los dominios perjudican al doble de los que benefician, como tantas otras cosas. El perjuicio para nosotros es el punto de fuga. No es digno de correr, correr es de débiles, y -ya lo dijo Coen- este no es país para débiles. La debilidad nos hace humanos, tal como las emociones, es una de tantas.

Hay que saber, señoras y señores, detenerse. Aún al criticarse. Poder o no define el futuro.

RQR